Mauricio Kartun: “Quien no entiende el humor siempre será superficial, incluso en la filosofía”
13.11.2014
Pedro Perucca – @PedroP71
via Notas Periodismo Popular
Segunda parte de la entrevista exclusiva con Mauricio Kartun, dramaturgo autor y director de Terrenal. Caín, Abel y el buen vivir. La centralidad del humor, las relaciones padres/hijos y la interpretación de Tatita como Juan Domingo Perón.
-Estábamos hablando del violento choque cultural entre las lógicas de los conquistadores europeos, más vinculadas al hacer, a la producción y la acumulación de riquezas, y la filosofía de los diversos pueblos americanos, más vinculada al ser. Esta forma de ser americana a la que te referís, ¿encuentra contactos con el concepto del “buen vivir” (sumak kawsay, en quechua) que ha influido en el espíritu de las nuevas constituciones de Bolivia y Ecuador, por ejemplo?
-Naturalmente. Es conmovedor ver cómo en nuestras cabezas, nuestras cabezas argentinas, hechas de una fusión gringa en enorme proporción, sigue existiendo ese prejuicio horroroso en relación con la pereza del hombre americano. Son vagos, si los dejás te queman el parquet para hacer un asado, se maman, se embarazan para cobrar los subsidios… Todo ese tipo de pensamientos denigrantes para la propia cabeza que los produce. En relación con esto en realidad se está manifestando algo extremadamente más profundo, que son dos diferencias filosóficas para enfrentar la realidad, ese buen vivir, ese vivir, ese ser y ese estar, versus esa otra alienación idiota que hace que un hombre pase toda su vida en una condena autoimpuesta en la que en realidad el estado de felicidad se consigue solamente por algunos pequeños momentos muy fragmentarios, que son los que hipotéticamente le deberían dar razón a todo el resto de la vida. Es hasta perturbador pensarlo.
-En Terrenal se ridiculiza un poco, a través de ciertas líneas de Caín, precisamente a ese discurso que mencionás, capaz de expresar sin vergüenza que “se embarazan para cobrar la asignación”. Creo que en la obra se percibe una indignación contra esas declaraciones de una cierta derecha extremadamente torpe.
-Torpe, abundante, popular y, en algunos momentos, predominante sobre cualquier otro pensamiento. Sí, Caín, más cerca de la chuscada, de la broma que de la realidad, lo manifiesta cuando viene la invasión de los escarabajos, cuando empieza a decir: -Nosotros la producción, ellos la reproducción. ¿A qué vienen? A reproducirse vienen, a combatir el capital vienen, a cruzarse vienen. Lo único que les interesa es cruzarse. Les interesa el sexo y comer.
-Igual que en aquella famosa tapa de principios del 2000 de la revista La Primera, dirigida en ese momento por Daniel Hadad, que mostraba a un migrante andino desarrapado frente al Obelisco y titulaba, brutal, “La invasión silenciosa”.
-Exactamente. Claro. Y entonces en algún momento nos van a dominar. Efectivamente, la analogía es una analogía directa en ese caso.
-En todas tus obras el humor juega un rol central, y Terrenal tiene momentos hilarantes, pero Caín es un personaje que carece absolutamente de él y es incapaz de entender hasta el chiste más elemental…
-A mí siempre me llama la atención que los chistes tienen un mecanismo análogo al de la poesía, a una forma de la poesía que es la metáfora… Pero no, no nos vamos a quedar en la metáfora. Los chistes también se hacen por paradojas, por sinécdoques, metonimias y otras figuras del discurso. Por lo tanto, quien no entiende los chistes no entiende la poesía y quien no entiende la poesía no entiende los chistes. Y siempre me llamó la atención que esa solemnidad que se le pone muchas veces a las cosas es la manera más vulgar de quitarle profundidad. En la medida en que yo solemnizo algo lo dejo solamente en la cáscara y entonces lo que pierde es el sentido. Pasa mucho, por ejemplo, con la solemnidad de los ritos religiosos. En la medida en que pierden la verdadera metáfora, pierden el sentido conmovedor. Por eso creo que la tienen mucho más clara algunas iglesias chicas, que se avivan del fenómeno y transforman los ritos en hechos poéticos donde la gente se desmaya, grita y llora. Y esto es lo que le da verdadero sentido poético.
Quien no entiende el humor siempre será superficial, incluso en la filosofía. ¿Por qué? Porque no tendrá posibilidades de entender metafóricamente la realidad.
-Está muy claro que el texto de Terrenal no sólo tiene muchísima corrección sino que además hay una búsqueda muy personal en cuanto a la construcción de un lenguaje que pueda ser, a la vez, absolutamente enrarecido y hondamente familiar. Y una parte de esa extrañeza proviene de la recuperación de vocablos y formas típicas de los años 50, que es un espacio/tiempo que suele aparecer frecuentemente en tus obras. ¿Cómo creés que puede escuchar ese texto alguien muy joven, que no tenga un link directo hacia ese universo y sus formas de hablar, ni siquiera por la vía paterna?
-Yo pienso que el teatro no tiene una función traductora literal. No creo que la función del teatro sea la de tratar de poner en las palabras más fácilmente comprensibles para un enorme target la realidad, sino que tiene que crear una realidad parte de cuyo atractivo es la de conservar el misterio de su propio lenguaje. Yo escribí Ala de criados desarrollando un lenguaje de elite, de clase aristocrática de los años 20, que yo desconozco, del que yo por ahí manyo un cacho leyendo un libro… pero en buena parte es inventado.
La semana pasada nos reíamos con algunos amigos porque yo les comentaba que alguien está traduciendo al portugués Ala de criados y me consulta continuamente sobre palabras que no tengo más remedio que confesar que las inventé yo. Me dice que no las encuentra o encuentra otras parecidas. Y le digo: No te preocupes, las inventé yo, no las vas a encontrar en el diccionario. ¿Por qué? Justamente por esto, porque lejos de ser una obligación la de traducir a un lenguaje llano el gran atractivo del teatro es poder construir un lengua misterioso, que no significa hermético. Es decir, que cree el misterio de estar escuchando una lengua diferente y que por distintos caminos y asociaciones yo como espectador pueda decodificar esa letra.
Es como te pasa cuando vas a Brasil y algo entendés… Algo entiendo, no puedo hablar pero entiendo por asociaciones, porque es parecido. Yo no me voy a perder en Brasil. Mis obras tienen algo de eso, son una especie de portuñol teatral, digamos. De una mezcla de formas en la que el espectador por oído, por asociación y por propios conocimientos de cosas parecidas termina por entender.
-Hay otro tema recurrente en varias de tus obras, que tiene que ver con el vínculo padre-hijo. Esto se puede ver claramente en El partener (1988), por supuesto, pero también en otros trabajos más actuales. En Terrenal está claro que el eje central es el conflicto padre/hijos, pero me parecía más fuerte en este caso el discurso desde la voz del padre. Está bien que en este caso el padre es Dios. Pero, más allá del chiste, ¿te parece que se ha modificado tu punto de vista respecto de esa cuestión, incluso por tu experiencia personal de más años como padre?
-Es inevitable, todo va cambiando, todo se modifica. Mi hijo (Julián Kartun) canta en una banda y hace humor… entonces para algún sector de su generación o para algunos más jóvenes naturalmente es mucho más conocido de lo que puedo serlo yo. Entonces a mi me da una enorme alegría, casi te diría una euforia curiosa cuando alguien me conoce y me dice: Sí, ya sé, vos sos el papá de Julián. Inevitablemente ahí hay algo que cambia, cambia el punto de vista y entonces también la relación con los hijos y también el pensamiento que uno tiene en relación con su propio padre y con su propio hijo. Esta es una condición dinámica.
De todos modos yo creo que nosotros los seres humanos entendemos la vida a partir de la construcción de algunos mitos arquetípicos que se nos expresan siempre y que de alguna manera nos salen siempre. Cuando nos ponemos bienpensantes, pacientes y fríos podemos opinar y ser racionales, pero a la hora de las decisiones apasionadas siempre lo que sale es el arquetipo. Y yo tengo inevitablemente cierto arquetipo creado en la hipótesis de un abandono tardío, mi padre muriendo en la adolescencia, la sensación de no haber podido compartir con él ciertas cosas y entonces no tener modelos para compartirlas…
Yo me daba cuenta de eso, pero el otro día, domingo, día de la madre, vino mi hijo a comer con su novia y yo tenía la sensación de que no tenía modelo para tratar con mi hijo y su novia. No tengo modelo porque nunca vi a mi papá sentarse a comer conmigo y mi novia. Entonces, qué curioso, no puedo hacer naturalmente aquello que me viene del mito. Me dejó inquieto todo el domingo pensar esto, pensar como la vida te va proponiendo las cosas y como uno puede responder. No tengo modelo para esto.
Y esto se manifiesta mucho en mis obras, un cierto abandono tardío, un padre y un hijo solos a veces, intentando entenderse. Es inevitable que esas cosas aparezcan.
-Hablando de padres. ¿Escuchaste esa interpretación de Terrenal que propone al Tatita como una metáfora de Perón?
-Hay varios que me han tirado esa.
-En un sentido suena perfectamente lógico, en tanto en el universo de los años 50 el gran ausente, el gran esperado, sin dudas sería Perón.
-Sí, pero en este caso volvería eligiendo a los imberbes. Sería una reivindicación tardía, claro. Pero ¿por qué no pensar que la ficción puede reparar algo?