Augusto Boal

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Cuando la violencia genocida no puede acallar a un hombre modelo en teatro militante

La latente radicalización de la vida social y política, durante la República de Weimar, fue interpretada por intelectuales y escritores, especialmente de signo liberal y del amplio panorama de las izquierdas, como una restricción en crecimiento de la libertad de acción política y literaria. Con la toma del poder de Hitler, el 30 de enero de 1933, esta radicalización desembocó en una política fascista abierta de persecución, que terminó sorprendiendo a muchos de los pensadores que resultarán en víctimas del proceso. Pero esta posición no era nueva, ya había tenido su pequeño laboratorio de pruebas en el gobierno nacionalsocialista en Turingia. Allí, la actividad de su Ministro de Interior y Cultura no dejaba lugar a dudas sobre una futura gestión federal. Fue necesaria una dosis exagerada de apoliticismo y una pobre comprensión de la esencia de este movimiento para no tomar las medidas preventivas de exilio o resistencia por parte de varios de los más encumbrados escritores. No alcanzaron las múltiples declaraciones desde el intento de golpe en Munich, las aseveraciones sobre la cultura en esa aberración llamada Mi lucha, ni aún el crecimiento parlamentario de las fuerzas reaccionarias al calor de la caída del capitalismo internacional, para que los ojos de muchos se abrieran. Salvo excepciones, como Brecht o Heinrich Mann, que se dieron cuenta del peligro cierto inminente, el resto de los autores socialdemócratas y comunistas seguían creyendo en la revolución cercana, en el alzamiento popular o que la experiencia extremista tendría breve vida y no se contaría más que como un escollo salvable en el camino a una sociedad colectivista e igualitaria.
En Austria las cosas eran ciertamente diferentes, aún quedaban resquicios para la resistencia. Este modelo local de fascismo promovía, sin ser obviamente su objetivo, el desarrollo de una contracultura. Contracultura que usaba los intersticios, cada vez menores, de una legislación restrictiva y criminal. El teatro se manifestaba como una disciplina difícil de censurar, especialmente aquél articulado en forma de comedia, con fina ironía. Por supuesto las salas de mayor tamaño fueron captadas rápidamente por el nuevo régimen, y aún las más pequeñas de producción independiente quedaron bajo vigilancia del orden. Los espacios para menos de cincuenta personas en los sótanos de “cafés literarios”, eran empresas que solían ser despreciadas por los sectores dominantes en el campo cultural, por su tendencia a convertirse en escenarios de “arte menor”. Por supuesto, como venimos explicando las circunstancias se habían alterado trágicamente, y aquéllos lugares no aceptados se convirtieron en trincheras para autores como Rudolf Weys, Hans Weigel y especialmente Jura Soyfer.
En Alemania después de las elecciones de marzo de 1933, en las que los nacionalcionalistas obtuvieron un triunfo aplastante (teñido de fraudulento), la situación cultural fue resumida en una serie de principios de aplicación inmediata. Un Hitler, cercano a proclamarse autoridad suprema como supuesto Jefe de todos los germanos, sintetizaba las metas culturales de su gestión:”Paralelamente a la desintoxicación de nuestra vida pública, el gobierno del Reich emprenderá, con medidas severas, el saneamiento moral del pueblo. La totalidad de la educación, el teatro, el cine, la literatura, la prensa, la radio, todos, nos servirán de medio para dicho fin”. Esto significaba que, luego de suprimir las actividades y la producción artística de comunistas y socialdemócratas en virtud del reemplazo del estado de derecho por el estado policial, le llegaba el turno al mundo burgués. Sólo había lugar para los que siguieran las líneas del partido único.
Hitler, asentado en una de las Cancillerías más poderosas de Europa, tenía enormes posibilidades de influenciar en una gran parte de los movimientos políticos y sociales europeos, sobre todo entre aquellos que, por un motivo o por otro, se sentían insatisfechos con estado de situación.
Engelbert Dollfuss, elegido Canciller, había buscado, desde su nombramiento, una forma de poder seguir el mismo curso autoritario que se estaba produciendo en el poderoso país vecino. Aplicando un Acta de 1917, que no había sido derogado, y que permitía al gobierno establecer decretos de emergencia sin recurrir al Parlamento ni al Presidente, suspendió elecciones locales y federales hasta asaltar el poder central el mismo fatídico mes de marzo de 1933. En pocos días esta administración surgida de una actividad ilícita prohibió las reuniones públicas, las leyes de libertad de prensa y el derecho a huelga. La táctica a aplicar era minar la fuerza del movimiento obrero y de los intelectuales que acompañaban sus luchas. El deseo de Dollfuss era implantar un régimen fascista similar al italiano, con un Estado corporativo inspirado en el movimiento del Duce y en las especificaciones aparecidas en la Encíclica del Papa Pío XI, Cuadragésimo Anno, en marzo de 1931. Pero sus intentos de llegar al poder a través de un movimiento político que presionase al Estado, ante su envergadura se vieron obstaculizados por la resistencia del pueblo austriaco que no avalaba con su voto. Ante esta realidad debió iniciar una audaz maniobra hacia la dictadura y, en un panorama confuso, contó con la inesperada colaboración de la socialdemocracia. Al contrario de lo que sucedía en otros países, la socialdemocracia austriaca dominaba totalmente al conjunto de la clase obrera, mediante diversas formas de asociaciones (desde paramilitares a culturales y deportivas), que mantenían una fuerte subcultura. En general sus posturas dentro de la Internacional Socialista eran más radicalizadas que las de sus colegas europeos, pronunciándose por el uso de las armas, si era necesario, para defender la democracia contra la horda fascista. Sin embargo ante los primeros pasos autocráticos de Dollfuss, sus líderes, encabezados por Otto Bauer, se vieron paralizados por la falta de decisiones coherentes. Temieron que la resistencia activa finalizara en una guerra civil, y ese miedo entorpeció seriamente cualquier movimiento a futuro. Así, se eliminaron garantías constitucionales y derechos políticos de los ciudadanos sin necesitar de imprimir políticas de terror. Cuando después de un año, el gobierno central comenzó a atacar directamente a los centros de la socialdemocracia la resistencia fue inútil. Los llamamientos a la huelga general resultaron inefectivos pese a los esfuerzos de los obreros las fuerzas combinadas de la policía, del Ejército y de los elementos de choque. La derrota del proletariado austriaco trajo debates en el seno de la socialdemocracia y el resto de las fuerzas de izquierda.
El destino de ellas había quedado sellado en las calles y debieron pasar, debilitadas a la clandestinidad, con gran número de detenciones y exilios.
Quedaba la oposición de las estructuras sobrevivientes o la resistencia personal, subyacente como germen de la oposición consciente o, al menos, del descontento y la amargura. La resistencia individual puede ser considerada como un elemento de resistencia colectiva, ya que conforma un cuerpo informe pero existente. El sistema de terror y persecución cumplió un papel fundamental como destructor del tejido social.
Para comprender mejor la concepción de la “resistencia individual” dentro del marco de un sistema de oposición colectiva es necesario revisar el concepto de visibilidad del comportamiento de la oposición. Cada forma de oposición en un sistema dictatorial (desde las demostraciones colectivas abiertas hasta los casos aislados e individuales), debe tender a ocultar su verdadera dimensión, para evitar la rápida reacción del régimen. Esto provoca que no sea hasta el momento en que se produce la entrada en acción del aparato de control, que ese comportamiento queda comprendido en el registro histórico. Es la propia intervención del aparato represor la que nos proporciona, en la mayoría de los casos, la evidencia, la visibilidad de esa actitud opositora. Aunque el problema de la visibilidad de cada una de las formas de oposición y resistencia tiene su valor intrínseco propio, afecta de forma diferente a cada una de las formas de persecución y aquellos comportamientos considerados como delitos. Por otro lado, también se relaciona con las diferentes formas de articulación de la oposición, especialmente con su grado de presencia pública. Los datos provenientes de las fuerzas represoras nos aportan los detalles de la extensión de estos aspectos individuales de la resistencia en la composición de la población austriaca de la época. De esta forma, consciente o inconscientemente los actos de uno se colectivizan y nace, con el riesgo para el aparato coercitivo, una real resistencia política y cultural organizada.
Los grupos clandestinos como el KPÖ encontraban inesperados compañeros de ruta, que no conformaban una estructura formal o respondían a conceptos estratégico-tácticos concretos. Algunos casos poseían espíritu de cuerpo e integraban las células estructuradas, pero con una libertad de acción amplia para desarrollar su potencialidad en los campos en que se sentían o eran más útiles. Es el caso de Soyfer, que luego de su traumática salida de la socialdemocracia se suma al comunismo, donde halló un espacio para la lucha a través de su producción literaria.
Ver las obras de Soyfer, en los no lugares en que se representaban era una manera de resistencia individual en un entramado colectivo. Y serán los componentes de este público los que tomen medidas pasibles de castigo en la Nueva Austria del terror. Desde consideraciones humanitarias hacia vecinos y amigos perseguidos hasta cantar melodías prohibidas. Hechos que se multiplicaban y que ante la angustiante pérdida de libertad, definitiva con la anexión en 1938 podían verificarse en propagar rumores, chistes o parodias de textos teatrales sobre dirigentes del Partido y del Estado o no hacer el “saludo alemán”.
Nacido el 8 de diciembre de 1912 en Kharkow, Ucrania, Soyfer había disfrutado de una cómoda y privilegiada infancia.. Después de la Revolución Soviética, su familia decidió emigrar a Austria. En Viena se vio cada vez más interesado en la política y en los cambios profundos que a partir de la participación en ella pueden lograrse en aras del bien común. Así es que toma la decisión, a una edad temprana, de unirse a una «Asociación Socialista”, de tendencias socialdemócratas reformistas. Desde ese paso en su juventud dividió su tiempo entre sus dos principales intereses, el teatro y el periodismo político, lo que no significaba un pensamiento bifronte ya que solía transitar en dramaturgia el camino de la comedia política. En sus obras teatrales y en sus escenas de cabaret reflexivo se convirtió en una de las líricas más valientes. El cabaret proporcionaba una comunicación directa, desnuda e impactante. Al público se le ofrecía un espectáculo en el que era exhortado directamente por un actor situado en un escenario a escasa distancia, violentado por un ritmo incesante de acciones, música y textos agudos, o simplemente entusiasmado por la agudeza crítica y la sátira social, que desde la intimidad de un local de escasas proporciones y grandes amenazas externas, parodiaba su propia realidad cotidiana, cultural, social y política. Soifer participará de esta propuesta con un virtuosismo destacado. Lo fragmentario del espectáculo cabaretístico, sin rechazar el apoyo de un texto elaborado de humor corrosivo, ofrecía suficiente espacio para que la libertad de los diferentes artífices se adentrase en un atractivo espacio de ilimitadas posibilidades. Un proceso de creación que se completaba en los ensayos, durante los cuales se introducía en el argumento los diferentes diálogos, canciones y la música adecuada. Estos elementos convertían el teatro de cabaret en una forma escénica privilegiada para el desarrollo de un teatro popular, que en este caso era un canal adecuado para contraponer luz a la oscuridad reinante. Asimismo, la flexibilidad estructural permitía la utilización sucesiva de muy distintos códigos estéticos, que remitían en un tono satírico y lúdico a la diversa realidad cultural inmediata.
Militante de la literatura comprometida, y resistente convencido al régimen fascista, la detención de Soyfer parecía inevitable. Fue llevado preso por primera vez en 1937 por accidente; sin embargo rápidamente y sin mediar ningún derecho a proceso la policía política decidió que era digno de reclusión, y fue encarcelado durante tres meses. Menos de un mes después de ser liberado, intentó huir a través de la frontera a Suiza disfrazado como un turista en búsqueda de unas vacaciones en las pistas de esquí. La guardia de fronteras lo atrapó, y posteriormente fue deportado a Dachau. Al llegar al campamento, Soyfer fue asignado, junto con el compositor Herbert Zipper, a un trabajo físicamente exigente de tono esclavizante. Se lo conocía como el comando de “caballos”. Arrastraban carros de cemento por Dachau, pero sus pensamientos seguían libres, intentando escapar a esa muerte que surge de la pérdida de la identidad en la masa informe. Discutían como preservar sus vivencias en este lugar de ignomia para que su experiencia no fuera en vana, Soyfer seguía resistiendo a las tácticas de degradación. El desprecio y el temor serán los elementos de la normalidad de las relaciones humanas en los campos. Allí, los hombres son privados de su identidad, de aquello que les confiere su individualidad, que los designa como seres humanos. La identidad del detenido, su cara, no expresa nada humano, ningún sentimiento. El proceso de desnudar a los prisioneros, afeitarlos, vestirlos con el traje rayado, convertirlos en una masa homogénea, tiene como finalidad plantear una duda en la mente de todos: ¿se trata realmente de un ser humano? Por eso, los prisioneros se ven físicamente transformados físicamente desde el mismo momento en que llegan al campo: su individualidad queda suspendida a través de la privación de los signos externos del ser humano. Zipper propuso que el lema nazi ‘Arbeit macht frei “(el trabajo los hará libres) sería una buena base para una canción, donde con creatividad pudiera expresarse lo perverso de este lema. A los pocos días Soyfer le recitó un poema y su compañero le agregó a esta última pieza lírica la música, convirtiéndose en la conocida ‘Dachaulied” (canción de Dachau).
En el otoño de 1938 Soyfer fue trasladado junto su amigo y algunos otros presos a Buchenwald. Aquí es reconocido como un artista de cabaret, y muchos ex reclusos van a recordar sus canciones y sátiras vívidamente. Un antiguo preso de Buchenwald informó: Jura fue pronto conocido en el campamento, aún tenía ideas para cuadros cómicos que no había escrito en libertad pero que, cuando fueron realizadas por unos pocos actores presos, convirtieron al campamento por unos breves instantes en un mundo de cabaret. Jura, junto con el famoso compositor vienés Hermann Leopoldi y algunos otros, realizaron algunas actuaciones en las que hicieron más cercano nuestro hogar y en los que de manera general se burlaron de fascismo.
Soyfer no pudo sobrevivir más de unos pocos meses en Buchenwald. Los grandes traslados de judios traído al campamento después de la Kristallnacht, aumentó el ya preexistente hacinamiento y las condiciones de vida fueron insoportbles En el invierno de 1938-39 estalló una epidemia de tifus, matando a cientos, diezmados por el hambre y el frío. A Soyfer se le asignó la tarea poco envidiable de envolver cadáveres en mantas y luego transportarlos a las puertas del campamento. Como a casi todos los que se asignó esta tarea contrajo el tifus, y fue llevado a la enfermería, en muy malas condiciones. A pesar de ser liberado en tan sólo unas semanas, nunca se recuperó y murió en febrero de 1939.
Jura Soyfer nos legó su arte en cinco obras de teatro, una novela inconclusa, poemas y sus textos de cabaret. Y aún siguen retumbando esas estrofas, de su postrera producción:
“ 1.1. Stacheldraht, mit Tod geladen /Alambre de púas, cargado con la muerte,
ist um unsre Welt gespannt. /nuestro mundo está tenso.
Drauf ein Himmel ohne Gnaden / Plan de un cielo sin gracia
sendet Frost und Sonnenbrand. /envía las heladas y quemaduras solares.
Fern von uns sind alle Freuden, / Lejos de nosotros, todos los placeres
fern die Heimat, fern die Fraun, /lejos del hogar, lejos de Fraunhofer,
wenn wir stumm zur Arbeit schreiten, /si no se pronuncia sobre el trabajo está progresando,
Tausende im Morgengraun. /Miles de personas en Morgengraun.
Doch wir haben die Losung von Dachau gelernt / Pero la solución que hemos aprendido de Dachau
und wurden stahlhart dabei: /de acero y eran difíciles de:
Sei ein Mann, Kamerad, /Ser un hombre, camarada,
bleib ein Mensch, Kamerad, /el mantenimiento de un ser humano, compañero,
mach ganze Arbeit, pack an, Kamerad, /hacer todo el trabajo, el paquete, camarada,
denn Arbeit, Arbeit macht frei! /porque el trabajo, ¡El trabajo libera!

2. 2. Vor der Mündung der Gewehre /Antes de la boca de los cañones
leben wir bei Tag und Nacht. /vivimos de día y de noche.
Leben wird uns hier zur Lehre, /Aquí la vida es para la enseñanza,
schwerer, als wir’s je gedacht. /más difícil de lo que nunca pensó.
Keiner mehr zählt Tag’ und Wochen, / Nadie tiene más días y semanas,
mancher schon die Jahre nicht, /algunos no lo han hecho de los años,
und gar viele sind zerbrochen /y, de hecho, muchos de ellos están rotos
und verloren ihr Gesicht. /y perdió a su rostro.
Und wir haben die Losung. /Y tenemos la solución. . . . . . .

3. Schlepp den Stein und zieh den Wagen, /Arrastra la piedra y tirar de la carreta,
keine Last sei dir zu schwer. /Sin carga es demasiado pesada para usted.
Der du warst in fernen Tagen, /El que estuvo en el lejano día,
bist du heut schon längst nicht mehr. /que ya no están.
Stich den Spaten in die Erde, /Morder la pala en el suelo,
grab dein Mitleid tief hinein, /graves en el interior de tu misericordia,
und im eignen Schweiße werde /y el sudor le prestaran
selber du zu Stahl und Stein. /usted tiene que el acero y piedra.
Und wir haben die Losung. /Y tenemos la solución. . . . . . .

4. 4 Einst wird die Sirene künden: / Una vez que la sirena se anuncian:
Auf, zum letzten Zählappell! /En la última votación nominal!
Draußen dann, wo wir uns finden, /Afuera, entonces, donde encontramos
bist du, Kamerad, zur Stell’. /es usted, camarada, para suponer.
Hell wird uns die Freiheit lachen, /El infierno nos dará la libertad de reír,
vorwärts geht’s mit frischem Mut, /seguir adelante con nuevo coraje,
und die Arbeit, die wir machen, /y el trabajo que hacemos,
diese Arbeit, die wird gut! /este trabajo, que es bueno!
Denn wir haben die Losung. / Porque tenemos la solución. . . . . .”

Un recuerdo ácrata

Dos de los acólitos formados en el sindicato de panaderos de Rosario, se destacaron en sus largos recorridos por los montes del norte de Santa Fe y Chaco. Se trata de Isidro Vega y Valiente Gutman. Vega había trabajado parte de su juventud como linotipista y con sus conocimientos fue un impulsor del uso del boletín y, cuando los medios eran suficientes, el periódico. Solía crear publicaciones, de escasa vida, con la ayuda de los militantes que encontraba en sus viajes. Se distribuían a los libertarios locales y como ingresos secundarios figuraban las ventas directas a particulares simpatizantes o familiares. En ocasiones también editaba folletos con el fin de recaudar fondos, siempre con tiradas modestas y muchas veces con el mismo resultado, el decomiso policial. Aunque en algunos momentos – en las publicaciones centrales – se llegó a disponer que una parte de la cuota del afiliado fuera destinada a enjugar el déficit de un periódico o se creó una cuota extraordinaria con el mismo fin. Como no se quería publicar ni adhesiones pagas ni publicidades, por temor a futuros condicionamientos o dependencias, Vega tuvo dificultades económicas desde el mismo día que apareció su primer boletín. Debido a ello sus llamamientos a la solidaridad fueron constantes (casi todos sus números los insertaban). La precariedad económica de los periódicos anarquistas era constantemente señalada por sus redactores y Vega no fue excepción. En 1932, el gobierno conservador entrante mantuvo una férrea política de seguridad interior, que tenía como enemigos centrales a los sindicatos organizados. Se encarceló a muchos dirigentes gremiales y se desbarataron huelgas y protestas. La tarea de años de lucha se desvanecía con extrema rapidez. El movimiento libertario se hallaba debilitado en extremo y no podía dar una respuesta eficaz a los embates de la burguesía. Los acólitos, que aún estaban libres se encontraban aislados y neutralizados. Dice Vega: “La milicada brava nos persiguió casi hasta el monte y ni ahí estábamos seguros. La mayor parte de los centros anarquistas fueron cerrados y a la ya histórica escasa presencia en la zona, le sumábamos ahora la total soledad. Nos movíamos con cuidado, desconfiando del desconocido. Y para nosotros, que basábamos la propaganda en la relación con el próximo, la situación era inédita e incómoda. Me llegaban noticias de torturas, prisiones injustas y aún hacheros colgados por el simple hecho de habernos ofrecido su casa. Pero no me di por vencido. Con unos amigos socialistas me lancé a preparar un opúsculo literario, en el que pensaba camuflar los principios libertarios. Así lo hice. Mezclaba textos burgueses con frases revolucionarias, sembraba perlitas de rebeldía y inocentemente creía que ejercía dura resistencia. Me desesperaba no poder contar con herramientas para reconstruir una prensa libertaria. Un periódico anarquista se dirigía, a la clase menos favorecida socialmente en todos sentidos. Como vehículo de instrucción, tanto como tribuna de preparación revolucionaria. Queríamos la cultura del Pueblo, para que sea más consciente y mejor. Queríamos que el obrero no sea el eterno paria, manejado y escarnecido, vilipendiado en sus intereses y rebajado en su dignidad. Deseábamos que no sea esclavo del amo, ni del vicio; lo anhelamos libre, orgulloso de si mismo, capaz de un gesto digno y gallardo; que lance al abismo para que no reaparezca más, la opresión y la esclavitud, el fanatismo y la tiranía, que acabe para siempre con la inhumana explotación del hombre por el hombre. Y porque somos anarquistas, combatiremos con entereza cualquier forma de gobierno del hombre por el hombre, cualquier gerencia social, reformista republicana, socialista o aristocrática, imbécil o sabihonda. Y mis manos parecían atadas.”
La situación del movimiento de acólitos es en general precaria, porque como no vive del chantaje ni de ninguna clase de mercantilismo y sus sostenedores son los desheredados, ante las persecuciones, carece de medios. Y a los compañeros presos, se unían otros que huían, perseguidos con saña, todos. Se produjo un feroz acorralamiento de cuantos militantes podían cazar. Vega fue encarcelado y deportado a España, donde se enroló en las filas republicanas para la lucha. Volvió al país en 1945, luego de permanecer refugiado en campos en Francia. Durante años enseñó a leer y escribir en centros de educación que él y sus hijos fundaron en Córdoba, capital. Publicó revistas mimeografiadas y formó en la profesión de tipógrafos a numerosos jóvenes sin hogar. En uno de los centros que formó en Villa María contaba con una biblioteca y un precario cuadro filodramático. Nos cuenta, “Ante la desorganización del movimiento libertario, decidí incorporar textos de escritores y dramaturgos, sin importar su filiación política, siempre que no fueran burgueses y hubieran tenido una significativa participación en el combate al fascismo local o a sus mentores europeos. Así llegaron a mi mano libros en inglés, francés y alemán, aportados por viajeros que habían escapado de los horrores de Hitler y sus amigos. Recuerdo que por entonces un alemán de apellido Rieger me donó obras de Brecht, Goethe y leyendas germanas y dos austríacos de principios comunistas me acercaron autores que desconocía como Nestroy y Soifer. De este último, muerto en los campos de la muerte me dejó algunos poemas y una serie de sketches muy cómicos y corrosivos. Ante la falta de un buen traductor y al carecer de medios, nunca pusimos estas piezas, salvo una versión de La Opera de Brecht en un formato muy especial.”
Bibliografía

Arlt, Herbert, Littérature et civilisation. L’exemple des archives Jura Soyfer à Vienne, in: Jura Soyfer, hrsg. von Jean-Marie Winkler, Publications de l’Université de Rouen 1994, S.33–44.
Badia, Gilbert, Les conceptions du fascisme dans l’oeuvre de Jura Soyfer, in: Jura Soyfer, hr Bauer, Alfredo, Jura Soyfer y su profecía de los 500 años, in: Jura Soyfer, Melodía Americana 1492, Buenos Aires 1991, S.3–14.
Bauer, Alfredo, Jura Soyfer y su profecía de los 500 años, in: Jura Soyfer, Melodía Americana 1492, Buenos Aires 1991, S.3–14.
Bauer, Alfredo/Aguirre, Roberto, “Melodia Americana (Broadway Melodie) 1492” in Buenos Aires, in: JS*2, Nr.1, 1993, S.3–4.
Franzmeier, Petra, Jura Soyfers politische Lyrik in den Jahren 1932 bis 1934. Politische Gebrauchslyrik in der AZ und Bild-Wort-Satiren im Kuckuck; eine Gegenüberstellung, Wien: Univ.Dipl.Arb., 1997, 130 Bl.
Masi, Laura, Satira, illusione e premonizione nel teatro cabaret di Jura Soyfer. Traduzione di cinque pièces teatrali, Dissertation, Universität Florenz, 1991.
Zohn, Harry, A Poet of Protest, in: The Jewish Quarterly, 25, Nr.4 (94), 1977/78, S.53 und 56.

Texto de Emir Sader sobre Augusto Boal extraído do blog da Boitempo, no dia 6 de novembro de 2013:

O Boal foi das pessoas mais humanas que já conheci. Seus gestos, sua forma de agitar as mãos enquanto falava, sua vontade gigantesca de fazer entender suas verdades – era um pedagogo, um homem-ideias, um pregador, um humanista, no sentido mais amplo da palavra.

Ao longo de toda a minha vida, uma série de coisas importantes que fui assimilando, de repente me pergunto de onde chegaram a mim, e me dou conta que vieram do Boal. Nas peças do Teatro de Arena, nas suas palestras, nos seus cursos, nos seus textos que se mimeografavam naquela época.

Conhecíamos o teatro nas suas convencionais. Minha peça foi Pega Fogo, a que meus pais me levaram, no TBC, com espetacular interpretação da Cacilda Becker. Não foi fácil encarar a pequena arena do Teatro de Arena, suas encenações despojadas, mescladas com musicas do Edu Lobo, do Carlos Lira, e peças como A mandrágora ou as do ciclo Arena conta.

Um grande crítico teatral da época (Décio de Almeida Prado, a quem eu devo meu primeiro emprego como professor porque, se aposentando, me passou o cargo de professor de filosofia do curso noturno do Colégio Alberto Conte, em Santo Amaro, mesmo eu estando ainda no segundo ano do curso e filosofia na USP), fez um texto muito crítico dos estilos do ‘Arena’ e do ‘Oficina’, do Zé Celso. Termina dizendo: “Sound and fury: serão estes os novos ideias do teatro brasileiro.” Era a resistência dos critérios tradicionais – que o próprio Décio flexibilizou depois, para valorizar essas novas expressões teatrais – a tudo de inovador que aparecia.

Não era estranho então que até jovens resistiram no começo àquele novo estilo. Que nos chegava perto, nos arrebatava, junto com a palavra do Boal, um personagem encantador, irresistível, pela simplicidade brechtiana com que nos fazia chegar verdades transcendentais.

Boal, Paulo Freire e Darcy Ribeiro são provavelmente os melhores pedagogos que o Brasil já teve.

A republicação do Teatro do oprimido e outras poéticas políticas é uma boa oportunidade para reatualizar as teses, a figura e a trajetória de Augusto Boal, um dos maiores homens de cultura que o Brasil já teve.

O livro recolhe alguns dos textos teóricos mais importantes da obra do Boal. Textos teóricos que, para ele, quer dizer recheados de experiências culturais, politicas, sócias. Quer dizer, apelo aos grandes teóricos do teatro ao longo do tempo, desde Aristóteles e do teatro grego, passando por Maquiavel e Sheakespeare, até chegar a Brecht e ao Teatro do oprimido.

No livro encontrei um dos textos que fizeram parte da minha formação, de que eu tinha um exemplar mimeografado, que pude manter até quando o DOI-CODI irrompeu na minha casa e levou toda a minha biblioteca. Mas ficaram na minha cabeça muitas coisas daquele texto, escrito em 1962 – ”Maquiavel e a poética da virtú” – que vai do teatro grego, passando pelo medieval, pelo teatro burguês até chegar à contemporaneidade.

Esse texto se complementa, no livro com um outro: “Hegel e Brecht: personagem-sujeito ou personagem-objeto?”. Ambos valem como um apanhado teórico forte, coerente, crítico propositivo, que fundamenta as criações teatrais e políticas do Boal.

Na verdade, mais além da riqueza de tudo o que se lê ou relê no livro, dá uma imensa saudade do Boal, insubstituível, único, querido e admirado. 

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Recomendamos também a leitura de Teatro de arena: uma estética da resistência, de Izaías Almada, publicado pela Boitempo na coleção Paulicéia, coordenada por Emir Sader.

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As armas da crítica: antologia do pensamento de esquerda, organizado por Emir Sader e Ivana Jinkings, já está disponível por apenas R$18 na Gato Sabido,Livraria da Travessaiba e muitas outras!

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Emir Sader nasceu em São Paulo, em 1943. Formado em Filosofia pela Universidade de São Paulo, é cientista político e professor da Faculdade de Filosofia, Letras e Ciências Humanas da Universidade de São Paulo (FFLCH-USP). É secretário-executivo do Conselho Latino-Americano de Ciências Sociais (Clacso) e coordenador-geral do Laboratório de Políticas Públicas da Universidade Estadual do Rio de Janeiro (Uerj). Coordena a coleção Pauliceia, publicada pela Boitempo, e organizou ao lado de Ivana Jinkings, Carlos Eduardo Martins e Rodrigo Nobile a Latinoamericana – enciclopédia contemporânea da América Latina e do Caribe (São Paulo, Boitempo, 2006), vencedora do 49º Prêmio Jabuti, na categoria Livro de não-ficção do ano. Colabora para o Blog da Boitempo quinzenalmente, às quartas.

Matéria publicada no Brasil de Fato de 10 a 16 de outubro de 2013, em que se trata do I Encontro Latino-Americano de Teatro e do relançamento do livro Teatro do Oprimido, de Augusto Boal, pela editora Cosac & Naify:

Programação do I Encontro Latino-Americano de Teatro, a realizar-se de 14 a 18 de outubro, na Faculdade de Letras da Universidade Federal do Rio de Janeiro. Clique na imagem para ampliá-la:

Matéria de Maria Eugênia de Menezes publicada no jornal O Estado de S. Paulo:

Estados Unidos e Coreia. Egito e Canadá. França e África do Sul. Mas também Índia, Noruega, Argentina. Todos esses países estiveram na rota de Augusto Boal: o mais internacional entre os nossos diretores, o mais afamado homem de teatro que o Brasil já produziu.

Com reedição a ser lançada no próximo dia 19, pela Cosac Naify, o volume Teatro do Oprimido e Outras Poéticas Políticas tem muito a ver com o reconhecimento alcançado por esse estudioso mundo afora. “É um livro muito importante porque fecha um período e abre outro”, considera Julián Boal, filho do encenador – morto em 2009 – e autor do posfácio que acompanha a nova edição.

Esses dois períodos apreendidos por Boal no livro estão fortemente vinculados aos acontecimentos que convulsionavam o País nos anos 1970. Escrito durante o exílio do autor, a obra faz, primeiramente, um balanço de suas atividades no Teatro de Arena, as tentativas de politização da cena, ao lado de Gianfrancesco Guarnieri e Oduvaldo Vianna Filho, o Vianinha. “O que encontramos no livro é ele entendendo como suas hipóteses falharam. E que seria necessário reformulá-las para dar conta daquela nova situação”, observa Julián.

Não bastava dizer aos operários e camponeses o que eles “deveriam” fazer. O caminho para um teatro verdadeiramente engajado não estava apenas em um discurso que pregasse o que deveria ser feito. Mas em uma nova maneira de estar em cena. Uma revolução que ia além do conteúdo. Considerava o nascimento de uma “forma revolucionária” igualmente importante.

Teatro do Oprimido é apenas o primeiro dos títulos de Boal que voltarão a estar disponíveis nas livrarias. Ao seu relançamento, se seguirá a publicação de suas obras mais importantes: títulos teóricos, como Jogos para Atores e não-Atores (1988), suas incontáveis incursões pela dramaturgia, além de livros de viés autobiográfico, entre eles Milagre no Brasil (1977) e Hamlet e o Filho do Padeiro (2000).

Escrito nos anos 1970, ‘Teatro do Oprimido’ ainda capta atual realidade política

Augusto Boal passou boa parte de sua vida lutando contra o teatro. Contra aquele teatro que conheceu, “que dizia àqueles que assistiam quem eles eram, quais eram os seus problemas e quais as soluções a serem dadas”, comenta o filho do diretor, Julián Boal.

Em Teatro do Oprimido e Outras Poéticas Políticas, o estudioso lançava-se à investigação de um novo meio de se relacionar com o público. Propunha subverter a lógica tradicional – intérpretes no palco, espectadores na plateia. Se as relações entre as pessoas não mudassem, nada poderia ser, de fato, transformado.

O livro, que é agora relançado, traça uma constante analogia entre artes cênicas e vida política. A mesma relação hierárquica que existia na sala de espetáculos se espraiava para fora dela: na maneira como dividimos o mundo entre as pessoas que sabem e as que não sabem, entre aquelas que têm o direito de agir e as que não têm. “A atualidade de suas ideias está precisamente aí: nessa dualidade que ainda pauta o nosso sistema parlamentar, um sistema de democracia em que o cidadão não tem o direito de se expressar. Ou, pior, em que sua expressão não é levada em conta”, pondera Julián.

Eram anos difíceis aqueles em que Boal se lançou a escrever essa obra. Desde 1956, havia se estabelecido em São Paulo. Após estudar direção e dramaturgia na Universidade de Columbia, nos Estados Unidos, começara a exercitar um novo estilo de realismo. Também viria a nacionalizar a dramaturgia, criando textos como Revolução na América do Sul. E a forjar outras feições para os musicais quando trouxe à cena Arena Conta Zumbi e Arena Conta Tiradentes.

A ditadura veio frustrar todo um virtuoso ciclo de produção. Ao ser obrigado a deixar o País, em 1971, o artista viu-se impedido de praticar o seu ofício. A solução? Migrar para o campo das ideias. “O Teatro do Oprimido tem a potência de um impulso interrompido. Curiosamente, o fato de não poder fazer teatro não enfraqueceu o seu pensamento. Fez com que toda sua energia se concentrasse na reflexão”, diz Julián.

Foi por meio da palavra que esse artista dominou o mundo. Se seus títulos estavam fora de catálogo no Brasil e começam agora a ser reeditados, o mesmo não ocorreu em nações como os Estados Unidos e a Inglaterra, onde estão constantemente disponíveis. “Ele está sempre sendo publicado e republicado lá fora. Estou assinando novos contratos o tempo todo”, comenta Cecília Boal, psicanalista e viúva do estudioso.

Um de nossos mais importantes críticos teatrais, Sábato Magaldi já diagnosticava nos anos 1990 a necessidade de reter Augusto Boal no Brasil. “Sua potencialidade criativa não tem sido devidamente aproveitada entre nós. Enquanto o resto do mundo, dos Estados Unidos ao Japão, do Canadá a Austrália, valoriza a sua teoria e a sua prática.”

Para Cecília, o problema é ainda mais amplo, não sendo possível circunscrevê-lo nem a Boal nem ao Brasil. “Isso não acontece só aqui”, considera. “Esse teatro mais ligado à pesquisa está abandonado de uma maneira geral – à exceção de alguns poucos lugares, que dão valor à erudição e à universidade.”

Aparentemente, porém, a situação está prestes a melhorar. Uma recente polêmica envolveu o acervo de Augusto Boal. Por sua relevância, o conjunto de 20 mil documentos e 2 mil fotografias chegou a ser disputado pela Universidade de Nova York. Após protestos da classe artística, a Universidade Federal do Rio de Janeiro acabou assumindo a guarda da coleção: o processo de tratamento das obras já começou e o CCBB prepara uma grande exposição desse conjunto.

A mostra deve abrir em agosto de 2014, no Rio. Em seguida, segue para as outras unidades do centro cultural, em Brasília, Belo Horizonte e São Paulo. “Mas também temos planos para que essa exposição chegue a outros lugares, uma opção seria levá-la para algumas universidades”, diz Cecília.

Muito mudou desde que Boal lançou o seu Teatro do Oprimido. Havia, naquele momento, uma possibilidade de revolução popular que não mais se coloca no horizonte. Substituíram-se governos militarizados por outra forma de controle social: o autoritarismo do discurso único.

“Se no tempo das ditaduras tinha um sentido você falar em participação
popular, hoje numa época de Facebook e Big Brother isso não se dá da mesma maneira”, considera Julián, que se dedica a divulgar a técnica do pai por meio de cursos e oficinas.

Bertolt Brecht foi uma das maiores influências de Boal. E, diferenças à parte, talvez seja coerente olhar para seus legados de maneira análoga: ambos perderam parte de seu sentido com o passar do tempo. Mas também se viram revestidos de novos significados e usos quando confrontados com novas realidades.

Navio francês com escravos para venda no Rio de Janeiro

Relato extraído do blog Autores e Livros:

O professor foi assaltado, às 20h30, quando voltava para casa. Dois rapazotes o abordaram. O mais velho sacou uma pistola Falcon, pôs contra sua cabeça e disse: “Passa tudo se não quiser levar bala.” O professor entregou tudo, sem qualquer resistência e com uma calma inexplicável. Suas mãos e pernas nem tremiam. “Vai agora por aqui, se não mato você.” O professor foi, obediente como de costume. Não é homem de sobressaltos.

Comunicou o ocorrido ao policial da viatura estacionada não muito longe do assalto. O policial anotou as informações, mas recomendou que fosse à delegacia prestar queixa.

Na delegacia, o policial de plantão tomou seus dados e fez perguntas. A certa altura, comentou: “Eu faço perguntas específicas, você me responde, mas depois começa a acrescentar elementos que não são específicos da minha pergunta. É professor de quê?” E o professor: “De literatura. Policial, as narrativas precisam ser criadas. Talvez interessem mais a mim do que ao senhor. É uma pena. Bom seria que interessassem aos dois.”

Em seguida, o policial entregou ao professor álbuns de reconhecimento, com centenas de fotografias de assaltantes da região. O professor conseguia ver apenas os olhos dos assaltantes: tristes, de uma tristeza profunda; angustiados, desamparados, intranquilos. Depois o professor reviu as fotos, observando apenas seus rostos. Quase todos eram negros e magros, com muitas cicatrizes na pele. Alguns ele reconheceu da rua – afinal, vivia há 12 anos naquele bairro. Nesses casos, lia atentamente seus nomes. Desse modo seriam um pouco menos estranhos.

Até que o professor parou de folhear e contemplou a foto de um homem que parecia um índio apache, com cabelos lisos e longos, um lenço de algodão na cabeça, um olhar vibrante. Mais do que assaltante, era um Deus do Texas. Única exceção dos álbuns.

“Reconheceu alguém?”, perguntou o policial. “Reconheci todos. São todos humanos. É o único reconhecimento possível. Muito obrigado e bom trabalho.”

O professor entrou no táxi e pensou em Homero: a necessidade de contar a história dos vencidos. A raiva contra os assaltantes havia passado. A questão agora era outra.

Artigo da Folha de São Paulo, 14/08/2013
GUSTAVO FIORATTI
DE SÃO PAULO
A Sociedade Brasileira de Autores (Sbat) voltou a representar o dramaturgo Augusto Boal, fato notável na história de uma instituição que, nas últimas duas décadas, perdeu prestígio, assistiu a uma evasão de nomes e acumulou uma dívida milionária.
Só em impostos para a Federação, estima-se que a Sbat deva mais de R$ 8 milhões. Os encargos trabalhistas somam outro estimado R$ 1,5 milhão.
O retorno de Boal à Sbat foi anunciado no início da semana, em reunião convocada pelo diretor Aderbal Freire-Filho, membro do conselho da sociedade e líder de um movimento que quer promover o resgate da instituição.
(mais…)

Reproduzimos o texto “O que é a Cultura?”, apresentado por Augusto Boal em mesa-redonda durante o Fórum Cultural Mundial, no dia 24 de novembro de 2006:

Palavras são meios de transporte, como o trem, a bicicleta e o avião; a palavra Cultura é um enorme caminhão que suporta qualquer carga. É necessário defini-la, para que saibamos do que estamos falando, quando dela queremos falar.

Cultura é o que estamos fazemos aqui, agora, neste instante, discutindo o que é a Cultura. Cultura é este microfone, esta mesa, esta sala. Nada disto existia – é fruto da mão humana, executora de nossos pensamentos e desejos.

Este encontro não é apenas “um” exemplo do que seja a Cultura: é o máximo exemplo, pois Cultura é a reflexão do ser humano sobre si mesmo e sobre o mundo, e sobre o que faz neste mundo. É o feito e o fazer, é o como fazer o que se faz. É a criação de uma realidade não prevista nos desígnios da Natureza. Um Real objetivo, como a construção de casas e pontes, feitas de pedra; e um Real subjetivo, como a Moral, feita de valores.

 A Cultura possibilita e engendra a Arte, que é o seu estado supremo e soberano.

 Uma lenda antiga e distante – e tudo que é distante e antigo nos dá a impressão de verdadeiro – diz que a Arte tornou-se necessária para completar a incoerente e desorganizada criação divina.

 Deus, segundo a lenda, por mais perfeito, veloz e talentoso que tenha sido, tinha também seus limites, e não foi capaz de completar a Obra que havia planejado, no tempo que havia calculado. Calculou mal: seis dias mostrou-se curto prazo, mesmo para o Todo Poderoso, pois que o Poder, ao existir, fixa seus limites; se não os tivesse, seria também meu, nosso e vosso, seríamos todos divinos: o poder seria substância universal e não predicado do poderoso. Até o Poder tem fronteiras.

 Deus, cansado – toda força, na exaustão, encontra seus limites – desconsolado e triste, buscou merecido descanso no domingo, mas não sem antes apelar para os Artistas que logo vieram em seu socorro para reorganizar o mundo que ele mal havia – e havia mal –  criado.

 Os sons divinos andavam por aí, espalhados, notas, claves e bemóis – sonoridades ao vento, enlouquecidas na imensidão vazia… Vieram compositores para lhes dar estrutura e razão: eis a sonata, o samba e a canção. A matéria prima era divina; mas a forma tinha os contornos de Villa-Lobos, Cartola, Dolores Durán e Nelson Cavaquinho, para não citar nenhum presente.

 As cores, espalhadas e sem rumo, andavam às turras com o traço, buscando perspectivas na vida e no espaço – vieram os artistas plásticos e pintaram quadros, esculpiram estátuas, grafitaram paredes, e nos fizeram entender o que Deus quis fazer, mas não teve tempo; quis dizer, mas não disse.

As palavras, esses seres estranhos que não existem – são riscos na areia que as ondas do mar apagam; sons, que a leve brisa dissolve com suas carícias -, as palavras eram vazias e tortas, desengonçadas – até que chegaram os poetas para domesticá-las, dando-lhes sentido e destino.

 Só os seres humanos são capazes de criar Arte e Cultura  -que é a coerência com a qual o Artista vê o mundo, corrige e completa a obra de Deus que, assim, se revela e resplandece. Vivam os artistas! Mas coerência nem sempre é virtude, como nem sempre a Moral é Ética.

 A Cultura, que faz existir o imaginado, que é invenção do novo, do necessário e útil – e do belo, tão útil como necessário -, pode-se extasiar diante de si mesma e mergulhar nas águas de Narciso. O Artista, inebriado, pode pensar-se Deus e parir a arte pela arte. Pode, ao contrário, congelar seus caminhos, e se estiolar na repetição.

 A Cultura, no fio da navalha, cria, destrói e recria. Quando,  querendo instaurar o novo, fixamos nossos caminhos, a cultura se cristaliza na Técnica, que nos permite inventar e apressa o invento, mas que pode nos obrigar a segui-la, e servi-la – ajuda ou atrapalha. Quando fixamos nosso comportamento na sociedade, a Cultura se cristaliza na Moral, tão necessária, mas que pode ser odiosa. Tudo, neste mundo em trânsito, transita.

 Cultura, traduzida em Arte, deve ser criação permanente, revolucionária, conquista do novo, nunca estratificação do conquistado. Pode-se transformar em Indústria, pode-se inserir na Economia, sim, mas desde que o criador seja o Artista, sempre o Artista, e não o produtor, que deve trabalhar com aquilo que foi criado, e não criar limites à criação. O artista cria o que não existia; o produtor, ao que existe, abre caminhos.

Se o produtor serve ao Mercado, deve ter claro que Mercado quer a repetição estéril, do já feito e conhecido, sem sobressaltos; o Artista, quer inovar. O Mercado, eclético,  mercadeja arte e sabão em pó, porque ambos são necessários e vendáveis, mas não é justo confundir artista e saponáceo.

 É verdade que nós, artistas, queremos vender nossos discos, livros e quadros, queremos a casa cheia, mas não ao preço da renúncia daquilo que nos explica e justifica: a Arte, que será sempre revolucionária, ou nada será.

 Repito, sempre, que não temos nada contra o comércio, como tal. Admiro mesmo os comerciantes que fazem do seu comércio uma arte, mas tenho pena dos artistas que fazem, da sua Arte, um comércio.

 Cultura, traduzida em Moral, fixa a Tradição. A Tradição, em si, não é boa nem má, pois é criada por sociedades que não são eternas. Devemos cultivar as tradições humanísticas, mas, com energia, rejeitar as cruéis e desumanas.

No mês passado, eu estive na Índia com todo o meu Centro carioca, presidindo a fundação da Federação Indiana de Teatro do Oprimido, na mesma semana em que foi promulgada uma lei autorizando o Estado a tentar dissuadir os pais de forçarem o casamento de seus filhos crianças. A Lei dizia que, se esses casamentos já tivessem sido realizados, seriam válidos por respeito às tradições familiares. Casar crianças e obrigá-las à convivência, é crime, e nenhuma tradição pode justificar um crime!

Na mesma semana, foi promulgada, na mesma Índia, outra lei, a que protege as mulheres contra a violência doméstica. Está em vigor. Lei radical, exemplar, que condena e pune, não apenas a violência física e sexual, mas até mesmo o palavrão atirado contra a esposa ou namorada, a tia, a sogra, a filha ou a vizinha. Peço aos legisladores, porventura  presentes, que levem em conta a sugestão indiana: seja a mulher quem for, nem palavrão, nem com uma flor.

Exemplos de tradições culturais odiosas não nos faltam e, entre tantas, podemos citar os flagelos que são as guerras coloniais e as imperialistas, disfarçadas ou não; a pena de morte e a escravidão; o Cassino da Bolsa de Valores que faz, do Mercado, um Deus, e o cinema de Hollywood, Deus do Mercado; os genocídios étnicos, passados e atuais; o mundo em chamas.

Contra essas tradições sempre se lutou. A Revolução Francesa, que representou um bem para a Humanidade, não respeitou as tradições da realeza; nós, se tivéssemos mantido nossas tradições monárquicas, hoje não seríamos República.

Cruéis tradições devem ser combatidas com vigor por serem contrárias à humanização do ser humano. Mas devemos recorrer às nossas boas e sadias tradições quando somos invadidos pela mídia globalizada, arte enlatada, notícias manipuladas, ódio racial, pensamento único.

Isto é a Cultura: acabar com as tradições malsãs criando novos caminhos, inventar uma Ética.  Se, no Brasil, já foi tradição a fome no Norte e Nordeste, Cultura é dar de comer ao faminto. Se é tradição o latifúndio improdutivo, Cultura é permitir que, quem sabe, pode e quer, que o faça produzir. Se foi tradição servil imitar a arte alheia, surgiram os Pontos de Cultura para liberar a nossa criatividade, engenho e arte.

Os Pontos de Cultura vêm nos lembrar que não se pode privatizar a denominação de Artista, pois Artistas somos todos nós, seres humanos: somos os inventores do mundo. Todos nós somos capazes de produzir Arte, – não uns melhor que outros, mas cada um melhor do que si mesmo.

Esta é, em Arte, a única competição que devemos aceitar: eu, comigo. Como escreveu o poeta quinhentista português, Sá de Miranda: “Comigo me desavim, sou posto em todo perigo, não posso viver comigo, nem posso fugir de mim”. Isto é Arte: todos nós conosco nos desavimos e, como somos artistas, nos desaviremos sempre, conosco e com o mundo, até mudarmos o mundo que temos, e mudar o que faremos.

Se era tradição nortear nossos passos pelo que fazem os países do Norte, temos agora que usar o neologismo de um amigo meu, temos que “sulear” nossos caminhos, estendendo a mão amiga aos países que estão nesta mesa, e a outros que, nesta mesa, também têm assento e, no nosso coração, lugar.

Reconhecemos a nossa fraternidade com os países da América Latina, como o Equador; africanos, como a África do Sul; asiáticos, como a imensa Índia; e eu, como bom português trasmontano que também sou, de Justes e Vila Real, saúdo a presença querida de Portugal.

Muito obrigado.

 



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